Un pueblo sin mar: Pasajes históricos de San Francisco Tetecala, también llamado Tetecala de la Reforma

Tenemos el clima y el encanto, el sol y las palmeras, pero nos falta el mar. Tenemos historia, cultura y tradición, ingenio y talento, pero nos falta prosperidad. Tenemos familia, amigos, tardes de anécdotas, noches de copas, sábados de fiesta y domingos de misa, pero nos falta vivir más seguros. Tetecala es así, un pueblo de contrastes. Donde cada persona es un personaje, cada calle un teatro y cada hogar una novela. Donde murió Pedro Ascencio, donde Benito Juárez dejó su huella, donde le cantan a Modesta Ayala. Un pueblo con sabor a mango y tamarindo, con olor a huerta y mariguana. Donde pasa de todo y nunca pasa nada.
En este pueblo nací y crecí hasta volverme adulto. Me conmoví con las vírgenes dolorosas de la Semana Santa y su sendero de espinas. Me emocioné con el tambor y la flauta de los tecuanes, y con los espejos en las máscaras de sus fieras. Bebí ponche con los inditos
cantores en las serenatas a la Guadalupana. Nadé con los amigos en el río y corrí con los diablos en la mojiganga. Le pegué a la pelota en el campo deportivo y encesté canastas en la explanada de la presidencia. Desfilé con la banda de guerra de la Escuela Secundaria,
y ovacioné a los jinetes en una tarde de jaripeo. En fin, soy un tetecalense. Mis circunstancias me llevaron a dedicarme a la historia. El aprendizaje del pasado inició con mi amistad con Martín Rangel, cronista de Tetecala y, casualmente, mi vecino por esa época. Una persona inteligente, simpática y generosa. Me compartió sin ningún reparo todos los datos que había recopilado sobre la historia del pueblo, que no eran pocos, además de contarme sus propias vivencias como cronista y gestor cultural. Con Martín recorrí el pueblo tocando puertas, pidiéndole a las familias que nos compartieran sus historias. Logramos crear un pequeño archivo de fotografías antiguas sobre Tetecala, que luego se expusieron al público en varias oportunidades. Siempre estaré agradecido por su amistad y confianza, y por la labor que realiza para preservar y difundir la memoria histórica.